En
las páginas de Librerías se puede viajar. Y pasar horas y
horas entre letras y papel. Y soñar con épocas lejanas y tiempos
cercanos a través de libreros, de viejos ejemplares apilados sin
orden, de inmensas estanterías y millones de libros, de negocios
tradicionales y nuevas cadenas de tiendas especializadas, de
velas que iluminan la tinta y pantallas por las que el tacto parece
irreal. Librerías, un ensayo de Jorge Carrión que fue finalista del
premio Anagrama en 2013, es un placer vicioso para el turista
literario que viaja hasta donde hay librerías viejas y nuevas que
conocer para estampar la visita en su pasaporte; también para el
apasionado amante de los
libros de los que se siente devoto y
que no puede viajar a todos esos lugares sino a través de su
imaginación.
El
recorrido que propone Librerías pasa por los orígenes de los
templos sagrados del conocimiento y llega hasta nuestros formatos
electrónicos, se detiene en países con sus tradiciones libreras y
pernocta en un buen grupo de célebres y no tan célebres librerías
en las que perderse y descubrir, en las que hacer y cuidar amistades
y experimentar otro tipo de sensaciones cotidianas que enriquecen la
intimidad de nuestra relación con los libros.
Con
el año a punto de acabar, me permito compartir mis lecturas más
satisfactorias de los últimos doce meses. Algunas ya han sido
reseñadas aquí, como El Domingo de las Madres, Que el vasto mundo
siga girando o El número 11; otras merecen este epílogo de
recomendación que transmite placeres lectores con el que agradezco
su arte y dedicación a Paul Auster (4 3 2 1), Arthur Hiller (En el
punto de mira) y David Trueba (Tierra de campos).
Feliz 2018 a todos los lectores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario