Me
encanta este tío. Cuando termino una de sus novelas me propongo
dedicarle una lectura obligada al año a Jonathan Coe, un viaje de lo
más entretenido a sus historias de vías cruzadas, personajes que se
columpian entre la ternura y el cinismo, la bondad y la arrogancia, y
desenlaces conmovedores. De momento pospongo el ritual y lo voy
haciendo cada dos años. Acabo de terminar El número 11, su undécima
novela y la cuarta que leo tras las deliciosas The accidental woman,
La lluvia antes de caer y La espantosa intimidad de Maxwell Sim.
Cinco historias con vínculos sutiles confluyen de forma magistral en
El número 11, subtitulada
acertadamente Fábulas que ilustran la locura, donde
caben los reencuentros de la amistad, las obsesiones enfermizas, la
maldad humana, la crítica al sistema financiero, a la televisión y
las redes sociales, la brecha entre clases, la añoranza y el terror.
Coe
se desmarca de sus elogiados compatriotas británicos, no encaja
en el aura de respetabilidad
que desprenden las obras y las personalidades de Ian McEwan, Julian
Barnes, Salman Rushdie, Kazuo Ishiguro, Graham Swift o Martin Amis
entre otros, novelistas de generación que
nada más tienen en común con el autor de Birmingham, al que siento
más cercano al lector, como un afilado observador que saca punta a
las debilidades del hombre sin renunciar a cubrirlos de caricias, y
al que le salen obras entrañablemente divertidas. Me vuelvo a
proponer otra lectura de Jonathan Coe en 2018. A ver.
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