domingo, 19 de noviembre de 2017

UNA LIBRERÍA SIN ALMA



Me conformaba con una evasión ligera que como poco reforzase nuestra pasión por la lectura y la adicción a las librerías, que realzase el encantamiento entrañable de los templos del conocimiento y la imaginación. Pero no. La librería, última película de Isabel Coixet, no transmite devoción ni apasionamiento por los libros. No basta con enfocar las manos de la protagonista acariciando ejemplares o encadenar planos en los que lee absorta sin despegar la vista de las páginas a la luz de la lámpara de noche. Parece haberse quedado con las ganas, estancada por una incapacidad que la convierte en una película muy discreta.


No he leído la novela de Penelope Fitzgerald adaptada por Coixet para su film, por lo que no puedo comparar las dos obras al desconocer si de las páginas emana la atracción librera que sugiere su argumento: la aventura de una joven viuda, con sus complicaciones y rechazos populares, por abrir una librería en un pequeño pueblo de la costa inglesa. El costumbrismo que irradia de la historia se estropea en la película, cansina de metraje y coja de ritmo, incapaz de extraer carisma de ninguno de sus personajes.


Acabada la proyección, me sumerjo en la distopía de Margaret Atwood.

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