Leer a Alice
Munro me deja como suspendido en el tiempo, sobre una nube que no sé muy bien
si es el lecho de una imaginación o de un sueño. Sus relatos (casi la totalidad
de los libros de Munro se componen de relatos) son piezas brillantes que captan
estados de ánimo, inquietudes o nostalgias sostenidas en detalles y silencios, narraciones
que saltan entre momentos sobre aspectos o relaciones en apariencia cotidianos y
menores pero de gran significancia, retratos sobre gente común y anónima dignificadas
por esfuerzos y sacrificios. Da la sensación a veces de que de la nada la
premio Nobel crea una bella historia. Pero al poco de terminar de leer sus
cuentos ya no recuerdo casi ningún aspecto de ellos, o ninguno, que esas
historias se diluyen y se escapan hacia otra nube imaginaria. No dejo de
preguntarme si esto es positivo o negativo. Pero sigo leyendo a Alice Munro, al
menos una vez al años: Mi vida querida, La vista desde Castle Rock, Secretos a
voces…
No hay comentarios:
Publicar un comentario