miércoles, 29 de abril de 2015

MIDDLESEX, FUERA DE LO COMÚN


Más de una reseña de esta novela empieza con sus primeras líneas. Me parece acertado. “Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día sin niebla tóxica de Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petosky, Michigan, en agosto de 1974”. Ejemplar.

A lo largo de casi 700 páginas la odisea hormonal de Cal (Calliope) Stephanides entra, sale, reposa y explota al ritmo de las ágiles maniobras narrativas con que Jeffrey Eugenides navega por las andanzas singulares de tres generaciones de una familia griega asentada en Estados Unidos.

Setecientas páginas emocionantes donde los enraizados vínculos de sus personajes conducen al lector por su proceso de adaptación a un país que se hunde y revive, una patria de países tan acogedora como amenazante. Eugenides, autor de Las vírgenes suicidas (1993), publicó Middlesex nueve años después. Parece esta obra, sin duda, una empresa laboriosa que su autor despacha con firmeza y seguridad, con una ternura delicada hacia sus personajes y un prodigioso dominio narrativo que se recrea en el afecto que se convierte en rutina, en el descubrimiento que se transforma en maldición.

Traumas profundos, amores fugitivos y vivencias fuera de lo común. En 2003 Middlesex mereció el premio Pulitzer. Me parece una obra maestra.

viernes, 17 de abril de 2015

"MI UNIVERSIDAD FUE LA LIBRERÍA"



“Mi universidad fue la librería”. La librería es la Colón, aquel templo entrañable de libros abierto en la calle Real entre 1935 y 2007; o la Nova Colón, su sucesora en la calle Olmos primero, hasta 2013, y en San Andrés después hasta la semana pasada, cuando cerró para siempre y colgó el cartel de se alquila en el escaparate. La comparación académica procede de una de sus propietarias, Begoña Varela, quien tras soportar con pena y en silencio el fin de un negocio que se convirtió en pasión durante más de 25 años, repasaba ayer la trascendencia de la Colón en su vida y lamentaba la desatención y el olvido con que los políticos españoles castigan a la cultura.

El cierre de una tienda tradicional que ha mantenido abierta su puerta durante décadas es doloroso para sus dueños y sus clientes. Cuando es una librería la que echa el candado afloran aspectos sentimentales que refuerzan el valor emocional de los libros y sus connotaciones personales.

“Vender un libro no es como vender una casa o cualquier otra cosa. El libro crea un vínculo entre personas. Yo puedo decir que he conocido a la mayoría de mis amigos gracias a los libros y a la librería”, enfatiza Begoña Varela, que en los días pasados tardó en leer los cientos de mensajes de apoyo que recibió en el móvil y en Facebook de clientes y amistades que lamentaban el cierre de la Colón.

Empezó a trabajar como empleada en la librería de la calle Real, de la que guarda sus mejores recuerdos, y se convirtió en propietaria, junto a su hermana Silvia, al trasladarse a Olmos y rebautizar el negocio como Nova Colón. Problemas en este local motivaron una nueva mudanza, a finales de 2013, a San Andrés, donde transformó la tienda, creó un club de lectura y organizó actividades para ofrecer más atractivos a sus clientes. Pero la alta renta del nuevo local, la magnitud de los impuestos y la crisis general que golpea al sector editorial llevaron a la tienda a una situación precaria y forzaron su tercer cierre como librera.

“Galicia es la comunidad que más librerías tiene según la densidad de población y las bibliotecas demuestran los muchos usuarios que tenemos. Leer se va a leer, pero es prioritario comer. Mientras haya lectores no dejará de haber libros, aunque no hay nada más terrible que una librería sin libros”. Ese es el lamento en el que más insiste Begoña Varela, que encuentra verdaderas amenazas en su entorno profesional en el poco reconocimiento que merecen la literatura y la cultura en general.

“Los libros electrónicos no matan los libros, sino la piratería; no se puede admitir que todo tenga que ser gratuito en la vida. Y no podemos permitir que nuestros políticos pretendan que la cultura no alcance a todo el mundo. En ellos no se ven demostraciones de que quieran mimar el teatro, el cine o los libros”, protesta.

La antigua dueña de la Nova Colón, reivindicadora de la poesía, es una ávida lectora que se opone a utilizar el e-book: “El libro hay que olerlo y disfrutar del esmero de su edición. Cada vez hay más editores que cuidan mucho sus productos. Eso es verdadero placer por los libros”. Begoña Varela seguirá fomentando ese placer y esa pasión con la promoción de actividades literarias en bibliotecas y clubes de lectura, a lo que se dedicaba ya mientras atendía en la tienda, y recomendando autores. “John Banville y Wislawa Szymborska”. Dos ejemplos “entre muchos”.