viernes, 25 de diciembre de 2015

BARNES ELEVADO A CUATRO

Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia.”

Casi sin darme cuenta Julian Barnes ha pasado bajo la luz de la mesilla de noche cuatro veces este año. Y al final de cada lectura he tenido la impresión de haber entrado en cuatro autores distintos. Tiene el británico en su prosa una habilidad sutil para convertir los experimentos en juegos literarios espontáneos. Es un travieso vicio que lo transfigura continuamente: en sus relatos, en sus novelas frívolas y en sus obras más serias. No deja de sorprenderme cada año, porque gotean sus libros una y otra vez.

De mutación en mutación se revela un escritor diestro y aventajado, a veces caprichoso, como en la propuesta distópica que ensaya en Inglaterra, Inglaterra; también conmovedor, como en las tres historias que hace volar en Niveles de vida, donde se desnuda de insospechada manera por el dolor de la pérdida de su esposa; otras veces hace malabarismos con los personajes de un triángulo moderno, tan mediocres como repugnantes los de Hablando del asunto; y además tiene un fino y encantador sentido del humor si por sus manos y sus fogones pasan asuntos ligeros, como cuando confiesa sus manías, comportamientos e ironías en El perfeccionista en la cocina. Y siempre tengo la sensación de Barnes cocina con precisión platos sabrosos para el gusto de variados paladares.

sábado, 12 de diciembre de 2015

LEERLO TODO

No sé a ustedes, lectores de avidez y avaricia, pero a mí me ocurre alguna vez todos los años, ahora sobre todo, cuando el consumismo responde a tradiciones ancestrales, las calles se bañan en luces y el gasto se erige en imperativo. Al entrar en cualquier lugar donde haya libros deseo comprarlos todos, tenerlos todos y después leerlos todos… cuando las obligaciones me concedan el tiempo adecuado.

El mercado de los libros enseña sus novedades, sus reediciones, ejemplares rescatados, tomos de encuadernación lujosa, libracos costosos que son tentación, clásicos en versión coqueta de los que presumir. Aparece aquel libro que una vez prestaste y no te devolvieron, ahora con una cubierta diferente. Muestra el escaparate el libro en el que te fijas siempre al pasar por delante del cristal y no te has decidido a comprar. Te pide un libro desde un estante que lo abras y te lo lleves, porque lo que cuenta está escrito para ti.

Me abruma la sobredosis de deseo, la fiebre de la lectura. No sé ustedes, a mí me pasa que en estas fechas en las que quiero leerlo todo, también quiero cerrar la cartera y no gastar nada y pedir a quien me tiene un poco de aprecio que, por favor, no me regale nada, ni un simple libro que les haga acordarse de mí… que todavía tengo un pila de obras y páginas en casa que no hacen sino crecer y crecer y crecer y crecer y crecer.

domingo, 29 de noviembre de 2015

ANTIHÉROES. CONEJO Y MAXWELL SIM

Los antihéroes son más simpáticos. Quienes creemos que lo heroico es acabar los días con pequeños logros cotidianos y humildes satisfacciones nos sentimos más próximos a ellos, a sus miserias y angustias, a sus problemas y debilidades. Los libros me descubren antihéroes cercanos. Cojamos a dos, por ejemplo, surgidos de la prosa penetrante y detallista de John Updike y de la pluma ligera y entrañable de Jonathan Coe: Harry 'Conejo' Angstrom y Maxwell Sim.

El Conejo de Corre, Conejo, primer libro de la serie de su personaje, escrito en 1960, añora su heroico pasado como jugador de baloncesto y, casado y con hijo, abandona a su esposa alcohólica y frustrada en busca de emociones que ni él mismo sabe si le darán soluciones a su insatisfacción ni cree que sean las convenientes. Conejo es caprichoso, egoísta, indeciso, cruel. No despierta simpatías, no, pero en algún momento su creador consigue que con su patética flaqueza inspire lástima.

En La espantosa intimidad de Maxwell Sim, su personaje está hastiado. Separado, solo, sin ánimo para trabajar. Añora una felicidad que le transmite la escena de una madre con su hija comiendo y hablando en un restaurante y se embarca en un ridículo asunto laboral que le hace detenerse en busca de personajes e historias de su pasado para descubrir secretos y encontrar con ellos, una estrecha vía hacia esa felicidad soñada. Coe, con su escritura tan simple y real, por cierto, es un retratista sagaz de las delgadezas humanas, y se convierte ya en uno de esos escritores de los que pretendo completar su obra.

domingo, 18 de octubre de 2015

FICCIONES DEL BLUES


Loable trabajo, entrañable suerte de tributo. Hay pasión por el blues en esto. Es obra del gallego Manuel López Poy y la catalana Susi Anechina, devotos del blues, miembros con honores y mando en la asociación Bad Music Blues. Él escribe, ella ilustra con formidables retratos, rostros que hablan. De Bessie Smith, Willie Dixon, Junior Wells, Big Mama Thornton, Louis Armstrong, Etta JamesLos días azules. Ficciones del blues es su libro. Edita 66 rpm, que en recorrido y devoción de música va sobrado.

La colección consiste en penetrar en la esencia de estos personajes, trece, cada uno con un relato inspirado en sus vidas, ficcionado de sus vivencias. El resultado es un mosaico climático de garitos de mala muerte, truhanes, fugitivos, tipos y tipas en las últimas, noches vacías, leyes rotas. Para leer, por supuesto, con blues polvoriento y sudoroso de fondo.

jueves, 15 de octubre de 2015

FRASES PARA RECORDAR


He aquí una frase para enmarcar en el escritorio, para grabar en la madera, socios lectores, compañeros escritores:

“Planto los árboles porque alguien que se dedica a la escritura debe restituir al mundo algo de la madera abatida para imprimir sus libros”

No me quedo con las frases de los libros, aquellas frases que el autor en sus reflexiones y divagaciones o en los pensamientos y diálogos de sus personajes, lanzan para profundizar en grandes cuestiones y comportamientos capitales, para sentar cátedra o aparentar sapiencia. De todo hay… aunque las grandes frases las decimos todos los mortales en cualquier momento de nuestras vidas. No retengo esas frases de los libros, ya digo. Es cuestión de memoria. La tengo en buena forma para otras cosas pero me resbala al conservar voces habladas o escritas en películas y libros. Conozco a quien la tiene prodigiosa y escupe frases de grandes obras como si él o ella mismos las hubieran pronunciado. No me gustan las frases lapidarias que ahondan en lo absoluto o lo abstracto; me quedo con sentencias sencillas que encierran las verdades cotidianas. Y hoy me quedo con esta frase. En El crimen del soldado, primer contacto con el napolitano Erri de Luca, (lejana recomendación de Begoña), me dejo devorar por los detalles atrapados y el emotivo lirismo del autor, del que una decena de frases merecen ser recordadas. Yo guardo esta frase, sé que de ella no me olvidaré.

“Planto los árboles porque alguien que se dedica a la escritura debe restituir al mundo algo de la madera abatida para imprimir sus libros”

martes, 29 de septiembre de 2015

TRANSATLÁNTICO, MÁS ALLÁ


Los grandes libros despiertan en mí el ansia de arrancar la primera hoja en blanco que encuentre y ponerme a escribir con voraz apetito. Una frase, un párrafo, una página. Es la conmoción que me deja una novela lo que me incita a penetrar de nuevo en el apasionante viaje de la escritura sobre un recuerdo o una ilusión, sobre lo real o lo imaginado. Este año lo han conseguido Eugenides, Banville, Steinbeck y ahora McCann, Colum McCann.

Un músico admirado citó a este autor irlandés al explicar cómo había concebido su último álbum. Bastó esa conexión para querer conocer la obra de McCann. Y Transatlántico, alabada novela de 2013, ha sido el primer contacto. Maravilloso. Tres generaciones de mujeres unidas por una carta que cruza el oceano Atlántico y es abierta cien años después. Siete historias en las que los personajes entran y salen, saltan entre Europa y América en diferentes épocas. Con la sangre de las guerras, la infamia de la esclavitud, el veneno del nacionalismo y la unión inquebrantable de la familia y las huellas que deja grabadas a lo largo de los años.

La prosa de Colum McCann es de un calado costumbrista, emotiva y cruel, de frase corta y herida aguda. Como el dolor que relata y la superación que precisa. Un vuelo sobre el Atlántico, un esclavo liberto, un senador en busca de paz, una criada huída y renacida, una madre y una hija unidas cada día de la vida, un hijo perdido. Y su rastro flotando entre viajes y continentes y más allá de los años.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

ESCRIBIR. COMBATES CON LA PALABRA


Parece tan fácil, sí, pero peleamos constantemente con el lenguaje para comprendernos y hacernos entender. El lenguaje, el ente de la comunicación, nos hace y rehace.

Cuatro años atrás registras reflexiones en un papel: pensamientos cruzados procedentes de emociones cambiantes. Luego las escribes en dos, en tres folios, en varias páginas. Recibes ideas nuevas que emanan de fuentes diversas, que se rozan y se apartan hasta confluir en el mismo cauce. Tienes un hilo conductor, y después una trama, y varios personajes que entran y desaparecen, y anécdotas sueltas. Un caldo de variados ingredientes que terminas de cocinar con el aceite, el ajo y la sal del lenguaje.

Escribo para ser yo. Para tratar de entenderme y algún día compartirme. Cuatro años he tardado en parir una nueva criatura de papel, sangre de mí. A rachas, despacio, deprisa, fluido, atascado, eufórico, desanimado, apático, entusiasmado, entre pilas de libros que son el motor de mi escritura.

lunes, 24 de agosto de 2015

CHARLEY Y STEINBECK. EN LA CARRETERA


“Todo eso está ahí, pero nuestros ojos matutinos describen un mundo diferente del que describen los vespertinos, y nuestros cansados ojos crepusculares solo pueden dar cuenta seguramente de un cansado mundo crepuscular.”

Charley es el perro de Steinbeck, de John Steinbeck, el novelista norteamericano. En 1960, dos años antes de ganar el premio Nobel, Steinbeck quiso conocer mejor la America de la que había escrito. Compró una furgoneta e instaló en ella un remolque. La bautizó Rocinante. Quijote solo se acompañó de su caniche francés, Charley. Recorrió más de 16.000 kilómetros y pasó por 34 estados. “No había oído el habla del país, ni olido la hierba ni los árboles ni las alcantarillas, ni visto sus cerros ni sus aguas, ni su color ni la calidad de su luz. Sabía de los cambios solo por los libros y los periódicos. Pero, aparte de eso, llevaba veinticinco años sin sentir el país”.
Los que somos y nos sentimos viajeros constantes, aunque no podamos desplazarnos tanto como deseamos, amaremos este libro: Viajes con Charley en busca de los Estados Unidos, publicado por Nordica Libros el año pasado. Steinbeck lo llena de anécdotas entrañables de su viaje, de encuentros con tipos comunes, de paisajes soñados, reflexiones sobre la vida y uno mismo, y los pueblos y las ciudades y los cambios al volante. Se oye el habla, se respira la naturaleza, se siente la soledad en la noche y en la carretera. Con su prosa resplandeciente y crepuscular como los ojos cansados.

viernes, 31 de julio de 2015

LA INSOPORTABLE PESADEZ DE KUNDERA


Hace un tiempo, en una época de inocente aprendizaje y bisoño afán de conocimiento, leí un par de libros de Kundera; también había una chica muy mona (y muy idiota, acabé por descubrir) a la que le gustaba el autor checo (o eso decía, o eso ella creía). La huella de Kundera se borró muy pronto de mi memoria, como el recuerdo de aquella chica. Años más tarde, bromeaba con un amigo sobre el concepto de escritor trascendente que se le atribuía a Kundera, un autor para mentes atormentadas que buscan respuestas complejas a dilemas existenciales, un literato al que gusta mencionar para dárselas de lector de textos profundos y lucir delicado postureo intelectual.

Volví a Kundera hace un par de años con otro libro del que se me ha borrado el título. El amigo me recomendó que leyera su primera novela, La broma, y yo, como aún tenía en la nevera La insoportable levedad del ser, su obra más conocida (y quizá reconocida), me decidí a entrar en ella. ¡Solo a mí se me ocurre dedicar casi una semana del verano, tan propicio para lecturas frescas y banales, a nadar en los remolinos trascendentales de Kundera, en sus fatalistas reflexiones de manual y retorcidas aunque vacías tramas que encierra esta deprimente novela sobre el hastío de la vida y la amargura del amor! Cuatro libros son suficientes.

viernes, 24 de julio de 2015

ELOGIO DEL PAPEL


Por el título me lo regalaron. “Elogio del papel”. Un ensayo. “Contra el colonialismo digital” es su subtítulo. Me conocen bien. Saben que defiendo a ultranza el tacto del papel, el placer de leer y poder mirar lo que llevo leído y lo que todavía me queda, el olor de los libros, su peso en las manos o en la mochila, abrirlos en el autobús, en la playa, en un parque, guardarlos, colocarlos en una estantería, mirarlos desde el sofá, tocarlos en una librería o en la biblioteca, nadar en las páginas…

El ensayo en cuestión, este Elogio del papel, lleva la firma del filósofo italiano Roberto Casati. Ameno, directo, sensato y claro. No es talibán el autor: ensalza la necesaria perdurabilidad del papel pero propone que la migración del papel a formatos digitales sea coherente y pacífica, y no total, es decir, que las hojas no mueran porque sus contenidos materiales son parte de nuestro conocimiento. Porque el papel, como la enseñanza tradicional en la escuela, debe persistir sin enfrentarse a los avances de la ciencia y sin rechazar su convivencia con la tecnología.

Al terminar la lectura, olí las páginas, cerré el libro y lo coloqué en un estante.

lunes, 22 de junio de 2015

MARTHA. MÚSICA PARA EL RECUERDO, LIBRO PARA EL OLVIDO

Caigo a veces en el blog del periodista musical Fernando Navarro y viajo por sus rutas de la música norteamericana. Tenemos coincidencias, compartimos gustos. Esa fue la razón por la que entré en su primera novela, publicada hace unos meses por la editorial 66 rpm, cuyo catálogo se detiene en variadas e interesantes experiencias musicales. Leer en cambio Martha. Música para el recuerdo me ha proporcionado decepción y sonrojo.

La propuesta tiene teóricos atractivos y ofrece calamidades prácticas. Seduce que sepas que la historia arranca con el accidente mortal de una joven que el narrador empieza a recordar: se trata de una chica especial, demasiado especial, de esas que te enseñan a descubrirte sin saber ellas quienes son realmente, de las que idolatras y con las que nunca te llegas a acostar. Gracias a Marta el protagonista/autor (que precisamente es periodista musical) crece, se va conociendo, ama, experimenta, trabaja, se asienta y sigue hecho un lío. Es fácil verse en su pellejo, todos hemos pasado por alguna de sus etapas, o todas. Hay recuerdos de veranos en la sierra madrileña, de amigos, broncas, chicas y sobre todo música: el rock and roll (desde Extremoduro y Los Rodriguez a Wilco y Tom Waits pasando por Van Morrison y Bruce Springsteen) que atrapa al autor y le hace comprender el mundo o al menos hacerlo más llevadero.

Pero las 269 interminables páginas de Martha no son más que una sucesión de añoranzas escritas en el diario de un adolescente iniciado hace mucho tiempo en el que se repiten las juergas, los encuentros, las descripciones, las relaciones y los problemas. El autor reitera cada tres párrafos que la tal Marta era dulce, delicada, diferente, enigmática, solitaria, bondadosa… y que le gustaba leer, sola y a veces poesía. El autor machaca una y otra vez que no hace más que acordarse de ella, que quiere estar con ella a todas horas… pero nunca le dice “te amo”. El autor no comprende aún que no es necesario que a cada nombre tenga que acompañarle un calificativo (muchas veces el más inapropiado, por cursi o por el simple empeño en no repetir adjetivo). El autor –sí, vale el rock and roll es nuestra religión y es lo más grande que hay- machaca referencias a Astral weeks y Born to run o determinadas canciones de Los Rodríguez, The Beach Boys o Tom Waits.

Cierto, la música va con nosotros y solo cada uno puede explicarla. Y entenderla, aunque lleguemos quienes tanto la consumimos a un punto de saturación y cierta insensibilidad. Seguiré leyendo a Navarro en su blog y en algunos medios donde colabora. Espero que si publica otra novela supere notablemente a la primera.

sábado, 13 de junio de 2015

VERGONZOSO MURAKAMI



Escribir es natural. Escribir para nosotros y sobre nosotros es una necesidad que surge sin avisar. Escribir un libro es más que un logro, es una proeza. Quiero creerlo. Por eso cada libro merece como poco mi respeto, incluso los que no me gustan, aquellos que nadie compra, nadie coge en una biblioteca y nadie lee. Libros flojos, torpes, absurdos, complejos, malos… piden ser terminados. A veces también piden ser arrojados al mar o al fuego. Lo he deseado dos veces con Murakami. No volveré a abrir sus páginas, podría hacerlo. Cuesta creer que su mística sensibilidad y su universo caprichoso de personajes tristes y aislados haya sido (dicen… ¿quién lo dice?) candidato en los últimos años a las más altas distinciones literarias, incluido el Premio Nobel. Un insulto. Un disparate. Hubo un tiempo en que todo el mundo recomendaba dejarse atrapar por la emoción juvenil de Tokio Blues. Caí en la tentación y entré en el libro: facilón, cursi, blando, ñoño, ridículo. Mucho tiempo después, sin ganas reales de volver a Haruki Murakami pero dedicándole una nueva oportunidad, a esos adjetivos le añado los de bochornoso y vergonzoso al terminar de leer Sputnik, mi amor. Hasta nunca tío.

jueves, 21 de mayo de 2015

EL LOMO AMARILLO DE LOS LIBROS


Qué maniáticos y tozudos somos cuando nos ponemos a leer. Unos subrayamos líneas, frases o escribimos ideas en los márgenes de los libros; otros no queremos ni una arruga en las páginas o que ni una miga de pan quede aplastada entre palabras. Unos alternamos a un autor con una autora, a un americano con un europeo, a un vivo con un muerto; otros saltamos de pluma en pluma dejándonos llevar por una recomendación o por la intuición. Unos somos fieles a una editorial o a una colección, nos transmite confianza su diseño, su apariencia, y sobre todo su catálogo de autores; otros nos sumergimos en ejemplares antiguos de casas muertas. 


Leo la reseña de un libro olvidable cuyo firmante confiesa su afinidad por los Panorama de Narrativas de la editorial Anagrama, esos libros de color amarillo y letras negras con una imagen debajo del título y el nombre del autor. Me uno a esa debilidad leal y caprichosa por escoger lecturas entre los 900 títulos que lleva publicados Anagrama en esta colección desde tiempos remotos. Hará 22 o 23 años que compré mi primer libro, una novela de Nabokov, a la que siguieron otras del mismo autor. He leído 134 PN de Anagrama desde entonces, ofrecidos por esta colección o leídos en una colección paralela de la misma casa. En este tiempo, gracias a estos libros, he conocido a grandes autores como Schlink, Hornby, McEwan, Highsmith, Auster, Capote o Ishiguro. Y los que faltan.

miércoles, 29 de abril de 2015

MIDDLESEX, FUERA DE LO COMÚN


Más de una reseña de esta novela empieza con sus primeras líneas. Me parece acertado. “Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día sin niebla tóxica de Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petosky, Michigan, en agosto de 1974”. Ejemplar.

A lo largo de casi 700 páginas la odisea hormonal de Cal (Calliope) Stephanides entra, sale, reposa y explota al ritmo de las ágiles maniobras narrativas con que Jeffrey Eugenides navega por las andanzas singulares de tres generaciones de una familia griega asentada en Estados Unidos.

Setecientas páginas emocionantes donde los enraizados vínculos de sus personajes conducen al lector por su proceso de adaptación a un país que se hunde y revive, una patria de países tan acogedora como amenazante. Eugenides, autor de Las vírgenes suicidas (1993), publicó Middlesex nueve años después. Parece esta obra, sin duda, una empresa laboriosa que su autor despacha con firmeza y seguridad, con una ternura delicada hacia sus personajes y un prodigioso dominio narrativo que se recrea en el afecto que se convierte en rutina, en el descubrimiento que se transforma en maldición.

Traumas profundos, amores fugitivos y vivencias fuera de lo común. En 2003 Middlesex mereció el premio Pulitzer. Me parece una obra maestra.

viernes, 17 de abril de 2015

"MI UNIVERSIDAD FUE LA LIBRERÍA"



“Mi universidad fue la librería”. La librería es la Colón, aquel templo entrañable de libros abierto en la calle Real entre 1935 y 2007; o la Nova Colón, su sucesora en la calle Olmos primero, hasta 2013, y en San Andrés después hasta la semana pasada, cuando cerró para siempre y colgó el cartel de se alquila en el escaparate. La comparación académica procede de una de sus propietarias, Begoña Varela, quien tras soportar con pena y en silencio el fin de un negocio que se convirtió en pasión durante más de 25 años, repasaba ayer la trascendencia de la Colón en su vida y lamentaba la desatención y el olvido con que los políticos españoles castigan a la cultura.

El cierre de una tienda tradicional que ha mantenido abierta su puerta durante décadas es doloroso para sus dueños y sus clientes. Cuando es una librería la que echa el candado afloran aspectos sentimentales que refuerzan el valor emocional de los libros y sus connotaciones personales.

“Vender un libro no es como vender una casa o cualquier otra cosa. El libro crea un vínculo entre personas. Yo puedo decir que he conocido a la mayoría de mis amigos gracias a los libros y a la librería”, enfatiza Begoña Varela, que en los días pasados tardó en leer los cientos de mensajes de apoyo que recibió en el móvil y en Facebook de clientes y amistades que lamentaban el cierre de la Colón.

Empezó a trabajar como empleada en la librería de la calle Real, de la que guarda sus mejores recuerdos, y se convirtió en propietaria, junto a su hermana Silvia, al trasladarse a Olmos y rebautizar el negocio como Nova Colón. Problemas en este local motivaron una nueva mudanza, a finales de 2013, a San Andrés, donde transformó la tienda, creó un club de lectura y organizó actividades para ofrecer más atractivos a sus clientes. Pero la alta renta del nuevo local, la magnitud de los impuestos y la crisis general que golpea al sector editorial llevaron a la tienda a una situación precaria y forzaron su tercer cierre como librera.

“Galicia es la comunidad que más librerías tiene según la densidad de población y las bibliotecas demuestran los muchos usuarios que tenemos. Leer se va a leer, pero es prioritario comer. Mientras haya lectores no dejará de haber libros, aunque no hay nada más terrible que una librería sin libros”. Ese es el lamento en el que más insiste Begoña Varela, que encuentra verdaderas amenazas en su entorno profesional en el poco reconocimiento que merecen la literatura y la cultura en general.

“Los libros electrónicos no matan los libros, sino la piratería; no se puede admitir que todo tenga que ser gratuito en la vida. Y no podemos permitir que nuestros políticos pretendan que la cultura no alcance a todo el mundo. En ellos no se ven demostraciones de que quieran mimar el teatro, el cine o los libros”, protesta.

La antigua dueña de la Nova Colón, reivindicadora de la poesía, es una ávida lectora que se opone a utilizar el e-book: “El libro hay que olerlo y disfrutar del esmero de su edición. Cada vez hay más editores que cuidan mucho sus productos. Eso es verdadero placer por los libros”. Begoña Varela seguirá fomentando ese placer y esa pasión con la promoción de actividades literarias en bibliotecas y clubes de lectura, a lo que se dedicaba ya mientras atendía en la tienda, y recomendando autores. “John Banville y Wislawa Szymborska”. Dos ejemplos “entre muchos”.

sábado, 21 de marzo de 2015

EL ARTE DE LAS PALABRAS


Los que trabajamos con palabras para darles un orden con el que informar de lo que ocurre en nuestro entorno deberíamos saber cómo expresar cada gesto, cada situación cotidiana. Pero no, no lo creo. Se nos escapan los atardeceres, el nervio curioso de un perro, el llanto caprichoso de un niño, el silencio desnudo de una sobremesa, el bochorno del verano, la espuma de un pilón, la bruma de un recuerdo… O al menos se nos escapa la forma precisa de reproducirlo con palabras, de dar en la diana con palabras escritas o habladas. La costumbre de tratar con el lenguaje para narrar con objetividad las cosas y los hechos no nos otorga el dominio absoluto del lenguaje, su naturaleza artística. La lengua y sus infinitas combinaciones nos mantienen enfrentados en un eterno combate en el que, por fortuna, nos repartimos las victorias, pero nos sentimos derrotados, tantas veces…

Envidio, entre tantos novelistas brillantes, a los escritores que hacen juegos de magia con sus palabras, que aciertan con el adjetivo que mejor enciende un sentimiento o que mejor encuentra a un nombre fugitivo que espera un soplo de aliento. El arte es evocar, desde la retención a la transmisión de puras emociones. Dicen tan fácil lo que a simple vista parece sencillo y en realidad es tan complicado. ¿O no? Hace años me derretía de gusto con los malabarismos lingüísticos de Vladimir Nabokov. Hoy me conmueven de placer los lienzos de palabras que escribe John Banville.

viernes, 6 de marzo de 2015

LINER NOTES


Seguramente porque compramos menos música o la escuchamos de otro modo esté en desuso dedicar un poco de nuestro tiempo a la lectura de su historia viva a través de las notas de los discos. Sí, la música se cuenta y se escribe en enciclopedias, confesiones biográficas y reportajes y entrevistas. Pero una parte importante, y en gran medida íntima, de su riqueza y su encanto reside en lo que tiene menos acomodo en formatos como esos y que sus autores (o firmantes invitados) depositan con mayor dedicación en la letra impresa que complementa nuestros queridos artefactos musicales.

A mí también me quedan pendientes unos cuantos ‘liner notes’ que leer, cierto. Pero me he leído muchos, y me encanta creer que me acerco a comprender las personalidades de los músicos leyendo lo que ellos mismos, sus productores, sus amigos o algún periodista escriben en sus propios discos. Esas palabras recogen cómo surge un álbum y cómo crece, o cómo se conocen dos músicos o una banda, o el sentido y la intención de un proyecto, de las letras, el fondo, o el misterio que envuelve a un autor… Ah, a veces lo hago, sí, escuchar un disco mientras leo aquello que lo explica. Placeres de vivir la música.

miércoles, 21 de enero de 2015

LEER COMO SIEMPRE


Cuando viví durante medio año en una gran ciudad europea con una inmensa red de metro me acostumbré todos los días a leer en cada desplazamiento. Yo cargaba siempre con un libro en la mochila o lo llevaba en uno de los bolsillos de mi abrigo. En los vagones coincidía con muchos lectores. Unos leían esos periódicos de hojas grandes en cuatro pliegos que reparten en las bocas de metro, otros encendías sus tablets, sus e-books o sus móviles para leer la prensa o una novela, y unos pocos sacábamos nuestro libro desnudo, en carne y hueso, en tinta y papel… yo aprovechaba las subidas o bajadas en escaleras mecánicas antes de salir a la calle para apurar la lectura…




No estamos perdidos. Los periódicos guardan columnas para romanticismos que se niegan a consumirse y a perderse, para reaccionarios que defienden las sanas costumbres amenazadas por el fulminante avance de nuestro mundo diario. Me conmueve leer un reportaje como este: Un aplauso para la genteque lee libros de papel en el metro.