viernes, 27 de junio de 2014

JUNIO, 2014

"Nunca hice fortuna, de hecho con frecuencia he estado endeudado, pero maldita sea, esto es lo que quise hacer y he sido capaz de hacer durante casi 50 años, y no he tenido que hacer nada más, así que, ¿qué más puedo pedir? Quise ser un músico y soy un músico, y de eso es de lo que se trata” (The mayor of MacDougal Street)

Pues eso, que Banville/Black cayó este mes con otra lectura, la de la sobrevalorada La rubia de ojos negros, un ejercicio de respetuosa nostalgia al universo de Raymond Chandler con tanto lustre exquisito en su forma como simpleza en su fondo.

Otras decepciones: A la deriva, primera incursión en Penelope Fitzgerald, un lejano premio Man Booker sobre la supuesta experiencia traumática de quienes toman las barcazas del ría Támesis como forma de vida. Una pena en observación, reflexiones desesperadas y honduras en la consistencia de la fe que hace C.S. Lewis tras la muerte de su esposa, adaptadas magistralmente en el film Tierras de penumbra pero insistentes y en exceso compasivas en la novela corta del autor.

Por el contrario, estimulantes descubrimientos: La camarera, relato alienante del alemán Markus Orths sobre la fusión obsesiva de una limpiadora de hotel con la vida de los inquilinos de las habitaciones. Y Léon y Louise, obra nostálgica, sin caer en el pasteleo ni en la facilidad de recursos, sobre las azarosas travesías que por separado recorren dos personas llamadas a amarse de un modo ajeno a lo convencional en un largo periodo que cubre las dos guerras mundiales; firma con ternura y elegancia el suizo Alex Capus.

Dos lecturas en inglés. Desde el comienzo del año fui leyendo poco a poco, hasta terminar este mes, uno de esos libros sobre crímenes verdaderos tan consumidos en UK y USA. Es el denso repaso a la atroz figura de Ted Bundy, ejecutado por el crimen de una treintena de mujeres en los años setenta. Su amiga y escritora Ann Rule escribe The stranger beside me, con profusión de detalles, rigor analítico y ardiente sinceridad. El músico Dave van Ronk y Elijah Wald convirtieron en obra la radiografía del Greenwich Village de los años explosivos del folk americano. Desfilan artistas de primera y segunda categoría, anécdotas y ambientes generosos en detalles y tipos entrañables: honesto, pasional y divertido, The mayor of MacDougal Street.

sábado, 14 de junio de 2014

BANVILLE – BLACK, DUELO DESEQUILIBRADO


La balanza de lecturas se inclina hacia Black, que gana por 4 a 1 al autor de nombre real, Banville. Pero el último Príncipe de Asturias de las Letras me seduce más con la única obra Banville que le he leído y el interés por las que esperan turno para ser leídas (pronto caerá alguna) que por las cuatro que ya he despachado con el pseudónimo por firma, el Black que destila novela negra.


Palpita sin límites el placer de John Banville por la escritura, honda y profunda en El mar, elegante y descriptiva, rescatadora de una atmósfera brumosa y nostálgica, en El otro nombre de Laura, En busca de April, Venganza y La rubia de ojos negros. Necesito más páginas del conmovedor estilo de Banville para emitir juicios más precisos, aunque me atrevo a rebajar los beneplácitos que recibe la obra con la que el autor se recrea bajo el nombre de Benjamin Black. No está mal, pero…

Me agradó Laura, me abrumó de decepción April, me dejó frío Venganza y ahora no cato sabores ricos con esta rubia de ojos negros sin pizca de encanto con la que Banville/Black, con permiso de los herederos de Raymond Chandler, ha resucitado a su detective Phillip Marlowe y al turbio ambiente de investigaciones, crímenes, secretos y seducciones en que se movía. El Black de Banville vive su escritura y se regocija en ella, pero explora lugares y tipos comunes y repetidos que pierden verosimilitud. En breve, como digo, algo de Banville.